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viernes, 1 de noviembre de 2024

Creacion de Angeles - Desarrollo ...




 Prólogo

En los albores de la creación, cuando el mundo aún era joven y las primeras civilizaciones apenas comenzaban a erguirse, un mago caminaba entre los mortales. Era joven de rostro, pero su alma cargaba el peso de 400 siglos. Su nombre era desconocido para la mayoría, y quienes lo veían simplemente lo llamaban "El Sabio", sin saber que el tiempo y el conocimiento acumulado lo habían convertido en algo más que un humano común.

La eternidad había sido su maestra. Con el pasar de los siglos, el mago había aprendido de cada rincón de la tierra, de cada vida humana efímera y del silencio de los bosques. Había perfeccionado sus habilidades no solo para sobrevivir, sino para comprender el verdadero sentido de la existencia. Y en su soledad, en un momento inesperado, decidió tomar a su lado a un compañero insólito: un demonio poderoso, una entidad que, en cualquier otro contexto, sería temida y repelida por los hombres.

Este demonio no había sido domado a través de la violencia o el sometimiento brutal; más bien, había sido atado con una cadena de plata pura, un símbolo de honor y respeto que el mago había forjado. Era una unión más sutil y misteriosa, que se basaba en una fuerza invisible, creada no por fuerza física, sino por la voluntad y la comprensión profunda del mago sobre la naturaleza de ambos.

El demonio, al principio, odiaba cada segundo de aquella unión. Había probado su poder en incontables ocasiones, había tratado de destruir aquel lazo de plata con furia incalculable, pero el mago siempre lo trataba con paciencia, sin burlarse ni enojarse ante su resistencia. Para el demonio, esta era una experiencia desconcertante; jamás había sentido tanta calma en presencia de un humano.

Con el tiempo, esa calma empezó a desmoronar su odio, como gotas de agua erosionando una piedra. El mago compartía con él historias, pensamientos y observaciones sobre el mundo y los humanos, cosas que parecían insignificantes pero que, de algún modo, alcanzaban las capas más profundas de su ser.

El mago, durante sus largas caminatas por el mundo, compartía con el demonio reflexiones que parecían tan sutiles como una brisa y, sin embargo, poseían la fuerza de un río subterráneo. A veces, mientras cruzaban un bosque denso o bordeaban un río tranquilo, el mago hablaba en voz baja, como si no esperara respuesta alguna. Narraba recuerdos de antiguas civilizaciones, historias de amor y tragedia, de reyes caídos y héroes olvidados.

Para el demonio, estas palabras eran un tormento extraño. A menudo se resistía, cerraba sus pensamientos y recordaba su odio hacia los humanos. Pero, con cada historia, surgía en él una inquietud, una sensación desconocida que lo asustaba más que cualquier poder. Sabía que, de algún modo, cada relato dejaba una huella en su ser, una marca que no podía borrar.

Con el tiempo, algo en el demonio comenzó a cambiar. Notó que, en las ocasiones en que el mago ayudaba a algún humano o sanaba a algún animal en sus viajes, ya no sentía el impulso de desprecio que antes lo caracterizaba. Al contrario, se encontraba observando con una curiosidad que jamás había experimentado. Para él, la maldad era su naturaleza, el odio hacia la humanidad era tan natural como respirar; y, sin embargo, esa misma naturaleza empezaba a desvanecerse, lentamente, imperceptiblemente, bajo la presencia del mago.

El vínculo que los unía no era una prisión de fuerza bruta, sino una conexión de propósito y paciencia. Y el demonio, a pesar de su resistencia, comenzaba a descubrir lo que significaba vivir junto a un ser que no buscaba su sumisión, sino su compañía.

Con el paso de los siglos, el demonio empezó a sentir que su existencia había cambiado de una manera que no podía comprender. Aún recordaba su antigua furia, la fuerza brutal que lo había definido; sin embargo, la presencia del mago, su paciencia y sus enseñanzas, habían empezado a desdibujar esa oscuridad. Y, aunque no podía explicarlo, comenzó a temer lo que podría encontrar si el lazo de plata algún día se rompiera.

El mago, por su parte, observaba en silencio la evolución de su compañero. Sabía que el demonio aún libraba una batalla interna, resistiéndose a la compasión que, sin darse cuenta, crecía en su interior. Pero el mago no tenía prisa; comprendía que las transformaciones más poderosas ocurrían lentamente, como el curso de un río que, con el tiempo, forja su camino entre las rocas más duras.

Un día, mientras ambos observaban el ocaso en una llanura silenciosa, el mago habló, con esa serenidad que ya le era natural. "Algún día, esta cadena dejará de existir", dijo, con una leve sonrisa. "Y cuando llegue ese momento, sabrás lo que realmente significa estar libre."

El demonio no respondió. Se limitó a observar el horizonte, sin saber si aquella libertad que alguna vez había anhelado aún tenía algún valor. Quizá, pensó, su lugar no estaba en la furia desatada, sino en la calma que había encontrado junto a aquel extraño y sabio humano.

Así, los dos siguieron caminando, unidos por una cadena de plata, no por imposición, sino por un lazo invisible de comprensión y transformación. La verdadera magia, pensaba el mago, no era la de los hechizos ni las fuerzas sobrenaturales, sino la de encontrar propósito en aquello que una vez temimos o despreciamos. Y así, en silencio, ambos caminaron hacia el siguiente destino, con una paz que ni el demonio ni el mago hubieran imaginado en sus inicios.



Capítulo 1: La Cadena de Plata.

El demonio aún recordaba el instante en que la cadena de plata lo había envuelto por primera vez. Había sentido el frío del metal y la energía de un hechizo antiguo atravesando su esencia, sellando un vínculo que jamás había imaginado posible. En sus primeros días de servidumbre, su único deseo era liberarse, arrancar aquella cadena y destruir al mago que lo había sometido con tan inesperada facilidad.

Sin embargo, cada intento de romper el lazo resultaba inútil. La cadena, con su brillo suave y casi etéreo, resistía incluso sus mayores esfuerzos. Era frustrante; no podía comprender cómo algo tan delicado podía ser tan resistente, tan inmune a su fuerza descomunal. Más allá del hechizo que lo unía, sentía la presencia del mago de una forma que nunca había experimentado con otro ser. Había algo en la mirada tranquila del mago que lo descolocaba.

Al mago no parecía importarle su rebeldía. Caminaba con calma, siempre en silencio, dejando que el demonio agotara sus fuerzas en su lucha por liberarse. De vez en cuando, el mago giraba y le dedicaba una sonrisa suave, sin rastro alguno de burla o superioridad, lo que solo enfurecía más al demonio. En cada sonrisa, sentía una paz incomprensible que lo desconcertaba profundamente.

Los días se sucedieron, y el demonio se dio cuenta de que sus ataques y rugidos no afectaban en nada al mago. Aquel humano simplemente avanzaba, como si su compañía fuera la cosa más natural del mundo. En esos momentos de rabia contenida, el demonio se preguntaba qué buscaba el mago al sostenerlo en esa cadena, qué ganaba al mantenerlo cerca, sin someterlo ni maltratarlo.

Entonces, en uno de sus arranques de furia, cuando el demonio estaba al borde de su resistencia, el mago se detuvo y le habló por primera vez.

"No estoy aquí para doblegarte, ni para usar tu poder en mi beneficio," dijo el mago con voz tranquila. "Estoy aquí para mostrarte un propósito que aún no comprendes."

El demonio, desconcertado, lo observó sin entender. Aquellas palabras le parecían una trampa o un intento de manipulación. Pero en la mirada del mago no había sombra de engaño, solo una honestidad que le resultaba tan abrumadora como la cadena que lo ataba.

A partir de ese momento, las palabras del mago resonaron en la mente del demonio. ¿Propósito? Para él, la idea de tener un propósito iba en contra de su naturaleza. Los demonios existían para la destrucción, para sembrar caos, no para cuestionarse el sentido de su existencia. Pero ese humano extraño parecía convencido de que había algo más allá de lo que él mismo comprendía.

Mientras continuaban su travesía, el demonio se fue haciendo más consciente del mundo humano que los rodeaba. Villa tras villa, atravesaban poblados donde los humanos llevaban vidas sencillas y frágiles. Eran seres que, a sus ojos, carecían de fuerza y poder, y sin embargo, sus rostros mostraban sonrisas, sus manos se extendían en saludos, y sus ojos se iluminaban al reconocer al mago.

Era la primera vez que el demonio veía respeto en el rostro de aquellos mortales hacia alguien que poseía poder, y no miedo. Aquel humano, que caminaba a su lado sin imponerse, despertaba algo en los aldeanos que el demonio no podía entender. A menudo, veía cómo las madres traían a sus hijos enfermos, cómo los ancianos le entregaban pequeñas ofrendas de agradecimiento, y cómo los jóvenes se arrodillaban en señal de respeto.

El mago, siempre con la misma calma, aceptaba los gestos y, de vez en cuando, se detenía para ofrecer ayuda. Sanaba enfermedades con un toque sutil, purificaba pozos contaminados con una palabra en susurros, y curaba a los animales heridos con la misma delicadeza que mostraba hacia el demonio. A través de estos actos, el demonio comenzó a sentir algo inusual; una inquietud que no había experimentado antes, como si observar aquellos actos removiera algo profundo en su ser.

Una noche, mientras el mago descansaba cerca del fuego, el demonio rompió el silencio.

"¿Por qué lo haces?" preguntó, su voz resonando con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

El mago lo miró con serenidad. "Porque cada vida tiene un valor, incluso las más pequeñas y frágiles. Ayudar es una forma de encontrar paz en un mundo donde el dolor es constante."

El demonio permaneció en silencio, tratando de procesar lo que aquellas palabras significaban. Paz… Aquella era una palabra que jamás había tenido sentido para él. Pero ahora, en presencia de aquel mago y en el reflejo de cada acto de bondad que observaba, comenzaba a vislumbrar un significado, uno que lo incomodaba y, al mismo tiempo, lo atraía de una forma que no podía resistir.

1 comentario:

  1. En lo personal la primera parte lo tome como una metáfora. Simplemente puedo decir que es muy bueno 👌🏼

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